Recorriendo las carreteras del Vall de Boí, en la Provincia de Lleida, hemos llegado a un poblado bastante desconocido, pero absolutamente auténtico. Se trata de Durro, paraje medieval con un encanto muy particular, en sus callejones y en los densos bosques que le rodean.
¿Por qué visitar Durro?
La esencia de sus siglos de vida, es lo que de manera envidiable ha mantenido a Durro, encajado en estas montañas, con ese aire bucólico en las casas y calles de piedra, curtidas por el sol y la nieve.
DURRO-Pueblos más bonitos de Lleida. Foto por Frobles. Wikimedia Commons.
Se ubica a más 1300 metros de altitud, por lo cual casi podemos tocar las nubes.
Sus 2 templos religiosos, han sido declarados por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en el año 2000, y forman parte de la “Ruta de las Iglesias Románicas del Vall de Boí”.
Monumentos y sitios de interés
Silencio y estado de recogimiento, es lo que se percibe cuando llegamos a la bella localidad de Durro, en la Alta Ribagorza.
El valle protegió hasta nuestros días, la gracia de esta villa, casi olvidada para el mundo, pero que nos permite disfrutar de la unión de arquitectura y paisaje, casi perfecta.
Este recorrido lo haremos caminando, y pisando cada piedra de las callejuelas que le dan vida.
Así vamos descubriendo pequeños detalles, que por viejos no dejan de impresionar; por ejemplo, los delicados faroles de las esquinas, que se encienden en las noches de neblina, o los troncos de madera convertidos en banco para sentarnos a oler estas historias.
Las casas de piedra rancia, con sus tejados de pizarra a dos aguas, y las delgadas chimeneas, nos transportan al principio de los tiempos. Como es típico en estos lugares, alguna calles angostas y empinadas nos llevan a recovecos encantadores.
Entonces, llegamos a la Iglesia de la Natividad de la Madre de Dios, con estilo románico lombardo, del Siglo XII. De ella resalta la inmensa Torre-Campanario de 5 pisos. Además, el porche medieval le suma más elegancia.
El interior, también de piedra acoge la pila bautismal y algunos retablos barrocos. Detrás de la Torre, se encuentra el pequeño cementerio de Durro, un mágico pueblo de Lleida.
Callejeando, nos comenta uno de los pocos vecinos que tienen el privilegio de vivir en estas tierras, que algunas grandes y antiguas “masías”, se han convertido en alojamientos rurales, para los turistas que deseen quedarse unos días.
Una de esas es la Casa Garbot, la otra casona reconstruida es Casa Xoquin, que se encuentran en la Plaza Mayor; el Ayuntamiento o Casa de la Vila, es otra de las construcciones que está considerada como Bien de Interés Cultural.
Otros lugares de Durro que debes conocer
Ahora nos proponemos conocer otra joya de este cautivante poblado, es así que tomamos el sendero detrás de la Iglesia, y vamos caminando por una vereda realmente bonita, donde vemos un grupo de vacas pastando, y unas ovejas que son custodiadas por un perro de grueso pelaje.
Llegamos a la Ermita de Sant Quirc, erigida en el Siglo XII; en esta cumbre se encuentra sola, como protegiendo la villa. Se muestra orgullosa con sus paredes de piedra gruesa, y la espadaña con 2 campanas. A un lado, hay una fuente con agua que nos permite refrescarnos.
Las vistas al valle, a Durro y a Barruera, producen una gran serenidad. El sobrevuelo de un buitre leonado, es lo único que rompe con este silencio sepulcral.
Parados allí, planeamos alguna ruta para hacer senderismo por el Vall de Boí, e incluso acercarnos a los caseríos cercanos, que también tienen su encanto particular, o andando, llegar hasta las orillas del arroyo Barranco.
Para invierno, vendremos a practicar el esquí en las pistas del Boi Taüll, poco conocidas, y con zonas para niños, principiantes o expertos en este deporte.
Festividades y gastronomía en Durro
La fiesta más arraigada, en la memoria de este pueblo pirenaico, son las fiestas del fuego o Falles de Durro. Para celebrar la llegada del verano, los residentes suben hasta la Ermita de Sant Quirc y encienden antorchas hechas con troncos de pino, y bajan hasta el poblado.
Una vez que llegan, las arrojan al suelo para formar una inmensa hoguera. Este ritual pagano, se recuerda y repite cada mes de junio, para agradecer las cosechas. Es un espectáculo que se ha declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Para reponer fuerzas, la comida más típica son las carnes asadas o a las brasas, acompañadas con patatas y un buen vino o una cerveza fría. En otoño, las setas, se convierten en todo un bocado especial.
Durro, lugar lleno de magia y leyendas, nos estuvo esperando por mucho tiempo, al final nos rendimos ante él por la gran belleza que encierra.
Sus casas y calles, testigos mudos que sobreviven desde la Edad Media, nos contarán si es verdad que los minairons, siguen siendo esos seres diminutos que llenan con sus travesuras estas praderas catalanas.